viernes, 8 de abril de 2011

Avatar 9 - Meditaciones autosimilares

¿Puede existir un relato fractal? ¿Puede haber literatura no lineal? ¿O cuál es la dimensión de una historia? ¿Acaso puede ser racional? ¿Acaso puede ser fraccionaria? Estas preguntas vinieron a mi mente mientras reflexionaba sobre el conjunto de Mandelbrot que se encierra a sí mismo a diferentes escalas. Como los sueños que pueden darse unos dentro de otros sin aparente límite.

Recuerdo el relato de Pedro Páramo de Juan Rulfo, relato que no es lineal. Es la historia de Pedro Páramo, pero también es la historia de su hijo Juan Preciado; es la historia de la Comala de hoy, pero, también, la del pasado. Es una yuxtaposición y un solapamiento de espacios y tiempos sin orden aparente pero de concreción evidente como un todo.

El Jardín de Senderos que se Bifurcan y El Aleph son dos cuentos magníficos de J. L. Borges que, también, ilustran vívidamente la fractalidad de la realidad. En el primero cada giro de una historia es un giro de la historia (si existiese una sola) del mundo. Cada giro es una bifurcación del jardín que es el universo que, más bien, es un multiverso. En el segundo la totalidad es parte de la parte y ésta, a su vez, es parte de la totalidad, a la manera de las categorías transinfinitas de Cantor: “… vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo.”

Hace dos años atrás, estudiando algunas estructuras que Marcelo Ramírez, de la carrera de Física de La Paz, había encontrado y que tenían carácter fractal (un ejemplo aproximado de las cuales vemos en la figura), dimos, al mismo tiempo, con un artículo titulado Lyapunov exponents of the logistic map with periodic forcing escrito por Mario Markus, un físico que trabaja en el Instituto Max Planck de Alemania en el área de dinámica no lineal. Hace dos semanas atrás, un amigo filósofo de vuelta de Chile, con algunos textos recién adquiridos, me dice “pongo a consideración tuya estos poemas”. El autor, para sorpresa mía, era, también, Mario Markus. Extraigo de su libro Punzadas, el siguiente poema

La hilandera

De la soledad suelen surgir hebras negras
que en los callejones, al seguirlas,
con la noche se enredan.

Dicen que es mejor no jugar con ellas,
pues en una punta llevan veneno
y en la otra
el rabo ciego de la culebra.

Dicen también que hay una hilandera
tejedora de hebras blancas, de seda,
que no vive en el callejón
donde viven las rameras.

He salido a buscar a la hilandera
pero por más que busco y busco
sólo encuentro hebras negras.

Y, entonces, me pregunto si acaso existe la casualidad (o la causalidad velada que, a veces, es fractalidad).